NC 799. LOS ABUSOS EN LA IGLESIA: LA REALIDAD DE LOS HECHOS

14.08.2025

Artículos de referencia:

INFOCATÓLICA. 18 de julio de 2025. ENTRE EL 80 % Y EL 90 % DE LAS DENUNCIAS RESULTAN SER INFUNDADAS. Sacerdotes de EEUU piden al Papa y sus obispos que se respeten los derechos de los acusados por abusos. Recuperado de: https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=52925

THEMEDIAREPORT.COM . 05 de enero de 2024. El gran chantaje sigue en marcha. Las afirmaciones falsas continúan a un ritmo épico, aquí están los hechos. Recuperado de: https://www.themediareport.com/2024/01/05/false-accusations-catholic-priests-facts/

Generalmente no abordamos este tema por dos razones: la primera tiene que ver con el hecho de muchos de los denunciantes actúan de mala fe, sin evidencias que los respalden; y la segunda, porque el sacerdote en general merece nuestro respeto por ser una persona consagrada a Dios, independientemente de sus faltas y las penas que debe sufrir a causa de ellas.

Pero en este caso es necesario levantar la voz para afirmar, con pruebas muy concretas, que muchas denuncias son infundadas. No intentamos justificar las conductas delictivas de algunos sacerdotes que merecen un castigo, porque además de la pena impuesta por los hombres, Dios los llamará a cuentas por sus pecados. Lo que intentamos es prevenir malas interpretaciones, que no hacen sino dañar a la Iglesia.

Todos los pecados tienen los partes: la ofensa y el daño provocado. Poniendo un ejemplo sencillo: una persona roba a otra una cantidad de dinero. Puede pedir perdón a su víctima por la ofensa que le hizo, pero, independientemente de que reciba el perdón, tiene que reparar el daño, restituir lo robado. Dios es tan misericordioso que muchas veces nos perdona ambas cosas en la confesión, especialmente cuando el sacerdote deja una penitencia, que, en la mayoría de los casos, es casi simbólica comparada con la ofensa, pero con efectos reales. Sin embargo, hay pecados que, aunque la ofensa sea perdonada, la restitución no siempre es posible. Entonces necesitan pagarse el daño mediante la penitencia, aquí en la tierra, o después de la muerte, en el purgatorio. Debemos de recordar que ningún cristiano entrará al Reino de los cielos si su alma no está completamente limpia.

Regresando al tema, es innegable que especialmente en estos tiempos, en los que, desde el Concilio Vaticano II se ha impulsado la idea de vincular a la Iglesia con el mundo, hay sacerdotes que han cometido delitos contra el sexto mandamiento, incluyendo el adulterio y los gravísimos pecados de la pederastia y las relaciones homosexuales. Estos pecados reclaman la ira de Dios, pero incrementan su gravedad por el hecho de que los religiosos y sacerdotes están consagrados a Él, le prometieron fidelidad y castidad. Y con Dios no se juega.

Pero es muy distinto el castigo que merece una persona consagrada por un pecado que cometió, al que lo recibe de manera injusta, basado en falsas acusaciones. Desde luego. Las falsas acusaciones tendrán también un doble castigo: el primero, por levantar falsos testimonios, y el segundo, por denigrar a un representante de Dios. Si tuviéramos consciencia el tremendo castigo por la ofensa a un ministro de Dios, que en cierta medida es una ofensa a Quien lo ha designado su representante, de verdad deberíamos pensarlo no una ni dos veces, sino muchas, especialmente si no se tiene la completa certeza de la falta.

¿Quiere decir entones que no debemos acusar a un sacerdote que ha cometido uno de estos pecados graves? NO. Es necesaria la denuncia, pero de manera prudente y con la certeza moral de su falta. Y este sacerdote o religioso deberá pagar por su falta ante Dios y ante los hombres. Pero siempre hay que actuar con prudencia y hacer la denuncia ante los encargados de poner el remedio.

Pero también es cierto que muchas son denuncias falsas.

Como podemos observar en las dos notas de referencia, con pruebas en la mano, se han refutado estas falsas acusaciones, al grado que en algunos lugares las falsas denuncias llegan hasta el 80 o 90%. Es decir, de cada 10 acusaciones, solo una o dos han resultado creíbles.

¿Por qué una persona acusa falsamente a un sacerdote?

Tenemos varias respuestas, que trataremos de sintetizarlas en los siguientes rubros:

  • Se juzga por las apariencias. Muchas veces se juzga por la interpretación que hacemos de los hechos, o lo que es peor, por lo que escuchamos decir a otros. Pero no tenemos las evidencias que demuestran la culpa. Bien pudiera ser que sacerdote o religioso trata con demasiada familiaridad a una persona, pero de eso no se concluye que haya un abuso.
  • Por ignorancia. En realidad, los términos "abuso" y "acoso" se aplican a una gama muy amplia de conductas, que van desde un "piropo", una persona que resulta incómoda en el trabajo, hasta una violación, y más. El hecho de que un sacerdote abrace a un niño o niña no significa que es un abusador.
  • Tenemos que admitir que hay personas enfermas que encuentran faltas donde no la hay. No es inusual. A veces una mirada, una escena inusual, o un detalle inocuo. Hemos sido testigos del caso de una madre de familia que observó a un profesor de deportes, cuyos alumnos -hombres y mujeres, con pantalones deportivos- realizaban ejercicios previos, antes de entrar al campo de juego. Y esta madre lo ha interpretado como un acoso para su hija. Ha pensado que el profesor hacía esto para ver a su hija agacharse, para deleitarse sexualmente. Las consecuencias fueron funestas para la escuela y el profesor, por las quejas y denuncias que la madre presentó ante distintas instancias públicas. Hablamos de mentes enfermizas, quizás vinculadas con sus experiencias personales.
  • Por dinero. Las acusaciones a sacerdotes que tienen como objeto de conseguir dinero, son sin duda, las más frecuentes. La segunda nota presenta algunos casos, pero recuerdo haber leído una entrevista a un falso acusador, que dijo con todo el descaro posible: "a quien no le gustaría ganar dinero fácil". Y es que en algunos lugares se ha institucionalizado el que la Iglesia indemnice a las víctimas de acoso o abuso por parte de sacerdotes y religiosos. Basta, entonces, con que la supuesta víctima pida a otro amigo deshonesto que testifique a su favor. Entonces, fácilmente se llega a un arreglo "extraoficial" con representantes de la Iglesia, y con ello, jugosas ganancias. Y sin comprobar la veracidad de las acusaciones.
  • Por cuestiones políticas. Cuando hablamos de este tema, no nos referimos exclusivamente a los políticos de la esfera pública, sino también a la política que surge dentro de los círculos del Vaticano. No estamos exagerando si afirmamos que a algunos círculos de los más modernistas o progresistas, fomenten la aparición y difusión de casos de abusos por parte de sacerdotes. Básicamente afirmamos que conviene, como medio para justificar algunas reformas. Por ejemplo, para justificar la abolición del celibato sacerdotal. El argumento implícito es: "Si los sacerdotes tuvieran una pareja, no cometerían abusos".
  • Por mala fe. Los enemigos de la Iglesia están de plácemes cada vez que alguien denuncia a un sacerdote o religioso. A ellos les conviene para alcanzar sus objetivos: destruir la Iglesia. No importa si las acusaciones sean justas o no, lo que importa es que se desprestigie a la Iglesia.

Entonces, tengamos cuidado al leer, escuchar o interpretar comportamientos aparentemente inmorales de nuestros sacerdotes. No acusemos si pruebas y, sobre todo, no le "hagamos el juego" a los enemigos de Cristo, desprestigiando a su Iglesia.