NC 800. CUERPOS HERMOSOS, ALMAS PERDIDAS

05.09.2025

Artículos de referencia:

Casey Chalk. 03 de agosto de 2025. Cuerpos perfectos, almas perdidas. INFOVATICANA. Tomado de The Catholic Thing. Recuperado de: https://infovaticana.com/2025/08/03/cuerpos-perfectos-almas-perdidas/

Nos gustaría decir que asistir al gimnasio es un hábito saludable y recomendable para todas las personas. Pero la realidad no es exactamente esa. Los espacios que surgieron como una necesidad para educar a las personas, especialmente en el área de su desarrollo físico, ahora se han convertido en centros donde las tentaciones sexuales y la veneración de cuerpos físicamente hermosos pervierten el sentido antropológico del cuerpo humano.

El gimnasio griego

Gimnasio se deriva de una palabra griega que significa "desnudez", pero con un sentido distinto a la connotación actual. Bajo el principio de "mente sana en cuerpo sano", en la antigua Grecia, los gimnasios eran lugares donde se practicaban algunas disciplinas deportivas, y para hacerlo, se despojaban de sus vestiduras; es decir, entrenaban desnudos. Pero además recibían clases de filosofía, política y retórica.

Pero la desnudez no era provocada por un espíritu de malicia, sino porque la ropa usada en ese tiempo no era apropiada para correr, saltar, o participar en competencias de fuerza y resistencia. Aunque resulta obvio, es necesario mencionar que aún no se inventaban el pantalón deportivo, ni las camisetas o playeras y "shorts", y desde luego, las sandalias eran totalmente inapropiados para competir; entonces lo hacían desnudos. Pero al gimnasio griego sólo acudían los varones, y no las mujeres.

¿Pero que pasa ahora? Prácticamente los usuarios de los gimnasios hacen ejercicio con muy poca ropa -casi desnudos- o con mallas tan ajustadas, que no se diferencian mucho de la desnudez.

Cierto es que una finalidad expresada por estos centros es procurar la salud, pero es inevitable observar y admirar las figuras casi perfectas de hombre y mujeres que pasan buena parte, no sólo de su tiempo, sino de su vida, empecinadas en alcanzar un cuerpo hermoso.

Si somos más realistas, los gimnasios se han convertido en un centro de tentaciones sexuales. Hombres y mujeres, solteros y casados, asisten a diario para alcanzar el cuerpo deseado o para lucir ante los demás un cuerpo bien delineado. Hasta el más santo tiene que resistir la tentación de mirar a la mujer de al lado, que luce espectacular. Y lo mismo sucede con las mujeres que van a ejercitarse. Y de la admiración se pasa a la atracción, y luego al coqueteo y a la conquista. Y después, pueden venir cosas moralmente peores.

El segundo punto se refiere a la preocupación excesiva por el desarrollo físico del cuerpo. Quienes asisten al gimnasio ven poco a poco que sus músculos se fortalecen y desaparece la flacidez en su cuerpo. Esto produce una satisfacción legítima. Pero de allí surge el deseo por perfeccionar aún más el cuerpo, hacerlo mas bello, más allá de lo razonable. Luego continúa este apetito desordenado en una búsqueda obsesiva por un cuerpo físico que despierte las envidias de los demás. A partir de entonces se convierte en una especie de veneración por el propio cuerpo, una idolatría en la que el sentido de la vida consiste en rendir tributo a su hermosa figura.

Una tercera consideración tiene que ver con concepción católica sobre el cuerpo humano. Por una parte, y en la medida de lo posible, necesitamos tener un cuerpo saludable. El descuido y las lesiones voluntariamente provocadas atentan contra los derechos de propiedad de quien lo diseñó y formó: Dios. El deber de conservar una vida saludable es una obligación de todo cristiano, porque su vida íntegra pertenece a su Creador.

No podemos olvidar que la salud del cuerpo es un medio para alcanzar la salud del alma. El un medio, no un fin.

Aún más. Para un bautizado el cuerpo humano es un templo vivo del Espíritu Santo. Por esa razón conservarlo sano físicamente, pero sobre todo moralmente, es una obligación de un buen católico. Dios no es compatible con el pecado. Sólo puede habitar en los corazones que viven en estado de gracia. Y exponerse a las tentaciones voluntariamente, y poner un cuerpo hermoso en el lugar que corresponde Dios, obstaculiza que haga de nuestro cuerpo su morada.

Y finalmente, si no vivimos en estado de gracia, en unión con Dios, no obtendremos el premio prometido en la vida futura.

Desde luego, quien asiste al gimnasio con el fin de guardar o recuperar la salud, hace bien; siempre y cuando tome las providencias necesarias para que éste no se convierta en motivo de pecado y no se distorsione la naturaleza y finalidad de su cuerpo.